viernes, 2 de octubre de 2009

Elvis ha abandonado el edificio

El titulo es un poco inexacto, ya que es una frase activa que debería ser pasiva, pero dudo que nadie pudiera hacer abandonar un edificio a Elvis contra su voluntad. A mi sí.
A mi me han enseñado la puerta de salida. De hecho ha sido la crónica de una muerte anunciada (ya se sabe: construcción, crisis, 2+2 ...) y creo haber comentado algo al respecto por estos lares. Si no lo he hecho más ha sido por miedo a que se convirtiera en el monotema del blog. Se veía venir, decía, y a pesar de eso, cuando llega el momento, te jode.
Por si, llegados a este punto, alguien no ha comprendido las metáforas lo dejare más claro: me han despedido.

Durante los últimos nueve años y medio he estado trabajando en la misma empresa. En este tiempo he conocido, trabando una sincera amistad en algunos casos, a gente de la práctica totalidad de la península. La mayoría de ellos hace tiempo que se fueron o, más bien, que les invitaron a irse.
Recordaré en este punto que la empresa contaba con cerca de 900 trabajadores en el año 2007 y en la actualidad apenas suma 200, y bajando.
Así, llegó a convertirse en tradición el enviar un mail de despedida a toda la empresa. Unas veces conocías al remitente, otras no. Más o menos todos venían a decir lo mismo: hasta aquí hemos llegado, mucha suerte en el camino, ha sido un placer, no me olvidéis porque yo no lo haré, llamadme si venís a Barcelona o Logroño o Coruña y nos tomamos unas cervezas o lo que surja. Al recibir el mail, en algunos casos, no costaba poner cara a la persona y recordar un curso de formación, con sus correspondientes cenas, o un millón de llamadas telefónicas plagadas de bromas.
Durante mucho tiempo he estado imaginando el momento en el que me iba a tocar a mi despedirme, últimamente sobretodo. Pensaba que debía escribir algo bonito porque para algunos esas lineas serían lo último que sabrían de mi en sus vidas. El cuerpo me ha pedido, otras veces, aprovechar el momento para lanzar una venganza dialéctica contra la dirección de la empresa por llevarnos a este punto, pero no hubiera sido elegante. Hay que saber llevar la derrota con dignidad, que se note la clase. Rick Blaine estaría orgulloso de mí.
El caso es que hoy me he sentado ante el teclado, dispuesto a despedirme, y me he sentido como el protagonista del famoso poema de Martin Niemöller (hasta ayer mismo se lo atribuía a Bertol Brecht) que comienza diciendo " Primero vinieron a por los comunistas y como yo no era comunista no hice nada...". Esa ha sido, sinceramente, mi sensación. Cuando he ido a despedirme me he dado cuenta que, a fuerza de eres, ya no me quedaba nadie conocido en la empresa. No había nadie de quien tuviera ganas de despedirme. Así que lo he dejado estar. Me he ido en silencio. Ahora me arrepiento.
Ninguno de mis antiguos compañeros lee este blog, ya que muy poca gente conoce de su existencia. Sin embargo, me gustaría ahora aprovechar este espacio para decir que durante mucho tiempo he disfrutado mucho trabajando con ellos. Que me costará olvidar todas las veces que he comido pulpo, acompañado de un buen Ribeiro, en la Plaza de María Pita. Que cuando, en otra empresa, hable con contabilidad o informática no podré evitar recordar las voces de otros que en su día respondían en esos departamentos. Y que sé que, para cuando quiera, tengo una casa en Barcelona, otra en Madrid y varias en Coruña igual que ellos tienen las puertas de la mía abiertas de par en par.
Como he dicho anteriormente no quiero que mi vida laboral se convierta en el monotema del blog pero hay algunas cosas que me gustaría recordar en voz alta y creo que lo haré en los próximos días. No me lo tengáis en cuenta.
Pd: Una buena noticia para terminar, esta semana he sido tío, y no me explayo más en el tema porque ese chaval merece una entrada para el sólo.