martes, 16 de febrero de 2010

¿Y si fuera que sí?

Ando estos días con los últimos entrenamientos previos al maratón de Valencia. Queda escasamente una semana y, como dice un compañero de club, a estas alturas ya está todo el pescado vendido. El trabajo que se supone que había que hacer se ha hecho, o no, y lo que tenga que ser, será. Desde ahora, y hasta el día en cuestión, ya solo quedan rodajes suaves, normalmente cortos y bastante relajados. Nada de series a tope ni de largos infinitos. Quiero decir con esto que en estos últimos entrenamientos puedo, más que de costumbre, fijarme en lo que sucede a mi alrededor porque, por increíble que parezca, el mundo no se para cuando yo salgo a correr.


El miercoles pasado, por ejemplo, me tocaba rodar 50 minutos a ritmo suave y eso hice. Salí de casa y enfilé una ruta que tengo medida para este tiempo y que me lleva, por un carril bici, hasta el pueblo vecino. Ida y vuelta, esa era la idea. Cuando me encontraba a escasos 200 metros del lugar donde suelo dar la vuelta vi frente a mí, saliendo de un cruce, a un energúmeno montado en un quad. El cafre en cuestión cogió la curva a considerable velocidad poniendo el vehículo sobre dos de sus ruedas, concretamente las del lado derecho, con una inclinación que hacia parecer seguro el accidente. En el último momento y con bastante habilidad, al César lo que es del César, el imbécil consiguió enderezar el quad y continuó su marcha con un notable acelerón.


En ese momento a mí me vinieron a la mente los dos pensamientos que asaltarían a cualquier persona de bien es este caso. Primero, que Dios no existe, porque si existiera el idiota se habría pegado el ostiazo del siglo y habría acabado con los dientes desparramados por el asfalto y con el quad, que seguro que no ha terminado de pagar, siniestro total. Y segundo, que nunca hay un policía cerca cuando hace falta. En eso andaba yo pensando cuando, antes de que me hubiera dado tiempo a recorrer diez metros, pasó junto a mí, a una velocidad considerable y a la caza, un vehículo de la Guardia Civil. Así que no me quedó más remedio que tragarme mis palabras. Muy gustosamente, eso sí. Puede que, de vez en cuando, sí que haya un poli cuando hace falta.


En cuanto a lo otro, lo de Dios, habrá que dejarlo a la consideración de cada cual. A lo mejor sí que existe y lo único que pasa es que sus métodos son menos expeditivos de lo que serían los míos. Puede que en lugar de darle el último empujoncito al imbécil haya preferido poner un coche de la Guardia Civil en el cruce. Ya se sabe que sus caminos son inescrutables.

4 comentarios:

El Impenitente dijo...

Mi madre siempre dice aquello de que Dios escribe recto con renglones torcidos. No sé bien qué significa porque luego te repiten también aquello de que los caminos del Señor son inescrutables y te quedas a cuadros pensando -sí, pero, entonces ¿al del quad no le va a castigar nadie?

Indudablemente, Harry el Sucio está infravalorado. Todos debiéramos ser Harry.

Altosybajos dijo...

El hombre propone y Dios dispone.

No hace muchos días me ocurrió algo parecido con ciclista kamikace por el rio.

En esta ocasión Dios tomó la otra opción y tras esquivarme a escasos centímetros se dió un buen ostiazo cien metros más allá, bajo el puente de la peineta. Resbaló sobre la zona de vidrio húmedo que recubre la estación del metro.

Vamos a seguir dándole un voto de confianza al proverbial castigo divino.

Supongo que nos veremos el domingo y podré correr contigo unos kilómetros

GARRATY dijo...

Me encanta la retórica divina. Pase lo que pase siempre hay una frase para justificarlo. No importa si es un hecho feliz o una desgracia. Si toda tu vida has sido un fiel creyente y toda tu familia cae enferma resulta que Dios solo pone a prueba la fe de aquellos en quienes mas confía (esto lo he oído hoy). Dios, si existe, tiene un Master en Marketing.

Lo peor de darse una ostia en quad, o en bici, debe ser la cara de tonto que se te queda.

El Impenitente dijo...

Todo puede justificarse. Todo menos Guti, que no hay por dónde cogerlo.

Para trompazo el que se pegó Fernando cuando hicimos el largo por el Turia hacia Ribarroja saltando una zanja. Y no sé si será por castigo divino, pero, según los de la montaña, no sólo se le quedó cara de tonto sino que, después de aquello, tampoco le llega riego al cerebro pues no para de hacer tonterías.

No queda nada para el domingo.