Esta semana he cumplido nueve años en la empresa. Nueve años, ahí es nada. Haciendo cálculos estúpidos me sale que he consumido el 27% de mi vida en este antro (el 81% de mi vida laboral). Respiraré hondo para alejar de mi mente la idea del suicidio.
Vale ya me he repuesto, continúo. Desde que yo llegué a la empresa pueden haber pasado por ella cerca de 50 empleados de los que 45 ya no están. Sólo dos personas en este momento tienen más antigüedad que yo, y sólo por unos meses. Este último es un dato idiota pero viste mucho. Todo esto lo comento para reflejar una característica de mi sector, la construcción, que es, más bien era, la elevada volatilidad de los trabajadores. Nadie aguantaba en su puesto de trabajo si recibía una oferta mejor. Si pensáis que yo nunca tuve una oferta mejor, acertáis. Esto era así hasta que los cielos se abrieron y estalló la burbuja inmobiliaria y el Apocalipsis sobrevino sobre los incautos directivos de las empresas inmobiliarias que pensaban que la gallina jamás dejaría de poner huevos de oro.
Cuando ves llegar y marcharse tanta gente vas cogiéndole el tranquillo al asunto y te acostumbras. A unos les echas más de menos que a otros, pero se lleva bien. Sucede como en la vida, mucha gente que conoces, por ley de vida, va desapareciendo y así, poco a poco, no es tan duro el golpe.
Y entonces surge el ERE.
Un ERE es como una catástrofe natural, un tsunami o un terremoto, que, de repente, sega mas vidas (puestos de trabajo) de lo que estás acostumbrado a soportar de una sola vez. Por lo visto, en alguna oscura oficina de Madrid, algún ejecutivo masterizado ha pensado que el problema de la empresa son los trabajadores, el terremoto que se lleva por delante a estos trabajadores tiene el epicentro en el despacho de este cabrón. El y yo sabemos que lo único que pretende es salvar su propio culo, al menos hasta que amaine el temporal, que en la calle hace mucho frío.
En los últimos diez meses llevo dos terremotos, espero que no les de por visitarme a Berlusconi o al Papa, solo me faltaba eso.
PD: Aprovechando el tema. ¿Alguien podría darme un motivo, solo uno, para no fusilar al amanecer a todos aquellos que han cursado, están cursando o piensan algún día cursar un MBA?. Solo Dios sabe el daño que ha hecho esta gente.
2 comentarios:
Siempre he pensado que la globalización consiste en un tío con muchos masters que, en un despacho en Detroit, y en la media hora al día que no dedica a jugar al golf, decide cerrar una planta entera de producción de automóviles porque los beneficios no han sido los esperados y los inversores están nerviosos.
A lo de masacrar cretinos con MBA me apunto. A machete.
Si, al menos, pudiera echarle la culpa a la globalización. En mi empresa creo que es más un caso de ineptitud generalizada.
Me gusta lo del machete, mas pasional que el fusilamiento, donde va a parar. Puede que lo hagamos y se recuerde por los siglos de los siglos como "la noche de los masters rotos" o algo por el estilo
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