martes, 23 de junio de 2009

La guerra de papá

El pasado domingo fue mi sexto aniversario de boda. Debería decir nuestro sexto aniversario de boda porque uno, de momento, no puede casarse solo. Resumiendo mucho diré que han sido cinco años y medio muy buenos con unos últimos seis meses exultantes. Duros pero increíbles.

Para conmemorar tan grato evento mi señora ha tenido a bien regalarme un bonito reloj, elegido por ella en persona, y servidor le ha correspondido con un elegante bolso elegido, por supuesto, por ella en persona. Así no hay error posible.

Hoy quiero centrarme en el reloj. Tengo bastante debilidad por ellos. Hasta donde me alcanza la memoria me recuerdo llevando o queriendo llevar uno. Y, ya en la actualidad, tengo varios, tanto digitales como analógicos, cuidadosamente guardados en sus cajas esperando el momento de ser utilizados. Lo curioso del caso es que mi padre, al que se supone que debo parecerme, se ha vanagloriado toda su vida de no haber llevado jamás un reloj y, a pesar de ello, no haber llegado tarde nunca. Puedo dar fe de lo primero y lo segundo, por falta de testimonios en contra, lo daremos por bueno.

Tirando de este hilo voy a filosofar: ¿Elegimos en qué vamos a parecernos a nuestros padres y en qué nos diferenciaremos? ¿Tomamos algunas decisiones en nuestra vida no ya por no parecernos sino, incluso, por diferenciarnos de ellos? ¿Que copiarán de nosotros nuestros hijos?. Quien quiera que conteste.
En mi opinión elegimos en qué nos diferenciaremos, por ser ésta una actitud consciente, pero no en qué nos pareceremos. Al cabo de los años te sorprendes a ti mismo repitiendo gestos o actitudes de tu padre y no queda mas remedio que sonreír ante lo inevitable.
La segunda pregunta es más compleja. A veces por tratar de no repetir errores ajenos cometemos otros mayores. Un padre (y una madre) es como un ser superior a ojos de un hijo, como Florentino Pérez pero sin traje ni dinero. Probablemente uno de los días más triste en nuestra vida fue aquel en el que descubrimos que nuestros padres no eran perfectos, no tenían respuesta para todo ni fuerza infinita. Otro día gris será aquel en el cual nuestros hijos hagan el mismo descubrimiento.
La tercera pregunta, por suerte o por desgracia, no tiene respuesta.

De momento puedo decir que he heredado de mi padre a Serrat y Sabina, aunque he desechado la Zarzuela. Me he quedado con la afición por el deporte aunque en lugar de verlo en el sofá prefiero practicarlo. Por supuesto, me he negado al tabaco. Tenemos similares conceptos de la política y la religión aunque él es bastante mas vehemente que yo defendiéndolos. Y creo que, por encima de todo, he heredado una visión positiva de la vida que con lo que nos ha llovido, sobretodo a él, no es poco.

domingo, 21 de junio de 2009

Estaba de parranda

(Iba a titularlo "No estaba muerto" pero me pareció excesivo)
Es curioso esto del blog. Cuanto más escribes, más ganas tienes de escribir, más ideas te surgen. Al contrario sucede igual. Si desconectas durante unos días los temas se alejan, las ideas desaparecen y las ganas se esfuman. Tal vez sea algo generalizado o, tal vez, un efecto de mi personalidad inconstante. En cualquier caso nadie puede decir que no estaba advertido.
Por unas causas o por otras me he tirado cerca de veinte días sin actualizar y si al final lo he hecho ha sido con gran esfuerzo por mi parte. No pidáis, además, originalidad y frescura en la entrada.
Durante este tiempo han sido diversas las situaciones y experiencias que, en otro momento, hubieran merecido una entrada pero, al final, las he dejado perder. No hace mucho he sido amenazado, junto al resto de mis compañeros de trabajo, por un internauta anónimo que, posteriormente, cumplió su amenaza. También durante estos días he leído un magnifico libro que me tuvo totalmente desasosegado durante días y que ahora, una vez concluido, no logro quitarme de la cabeza. Pienso recuperar estos y otros temas durante las dos próximas semanas, que se preven frenéticas, para posteriormente disfrutar de unas muy merecidas vacaciones, blog incluido.
Se me ocurre, así sobre la marcha y para terminar, que tal vez sea astenia primaveral esto que me pasa. Si no fuera porque estamos ya en verano la explicación sería cojonuda.

jueves, 4 de junio de 2009

Angeles y Demonios

Hace días que vengo pensando en escribir una entrada sobre Florentino Pérez pero, la verdad, no me apetece nada. Bueno, más que no apetecerme me da una terrible pereza.

No tenía yo muchas ganas de que volviera a ser presidente del Real Madrid, segundas partes nunca fueron buenas, pero mucho menos de que la elección fuera así, sin oposición, entre la aclamación de sus fieles discípulos y la adulación hasta la nausea de la prensa, tanto la deportiva como la generalista. No tengo claro si hemos asistido a una elección o a un advenimiento.

Y a pesar de todo no voy a empezar a criticarlo. Aun no. Le daré los cien días de rigor que como, además, coinciden con el periodo de fichajes servirán para ver qué jugadores nos trae. Lo único que no creo que pueda soportar es que fiche al impresentable de Cristiano Ronaldo. Con semejante niñato malcriado va a ser normal que nos sigan odiando en todos los campos de primera división. Esperemos que haya aprendido de los errores del pasado. Ya iremos viendo.

Hay otro aspecto del club que me preocupa mucho más. Mucho es poco, muchísimo más. Existe un ser oscuro, pérfido, maligno, haciendo tiempo para ser presidente del Real Madrid. De momento no cuenta con la antigüedad mínima necesaria como socio del club pero la alcanzará y, cuando lo haga, se lanzará a por la poltrona. Si, llegado ese día, él logra su objetivo, yo me borro. Juro por Dios que me borro.

martes, 2 de junio de 2009

El valor de una misa

Anda el personal revuelto con la eliminación de Rafa Nadal en Roland Garros. Nadie en su sano juicio hubiera pensado que le iba a mandar para casa un sueco en octavos de final, pero así ha sido y tiempo y expertos habrá que expliquen mejor que yo las causas y consecuencias de la debacle parisina. Por mi parte solo puedo decir que me sabe mal. El chico me cae bien y hubiera preferido que ganara pero como no creo que el tema le quite el sueño, más allá de un par de días, pues a mi tampoco.
Lo que parece que coleará durante un poco más de tiempo es la actitud que han tomado los franceses hacia él. Por lo visto a nuestros queridos vecinos empezaba a tocarles la moral que un español ganara cinco veces seguidas su torneo, más teniendo en cuenta que eran sus cinco primeras participaciones, y se encargaron de mostrar, sin disimulos, su ánimo incondicional al rival de Rafa y su alegría cuando se consumó la derrota.
Ejerceré, por un momento, de abogado del diablo para decir que, por un lado, no creo que todos los franceses desearan la derrota de Nadal y, por otro que tampoco creo que todos los presentes en las gradas fueran franceses. Supongo, además, que algo de intento de apoyo al débil habrá habido. Supongo.
Tras este paréntesis, leña al mono.
No hablaré como experto porque solo he estado una vez en París pero en el fondo, y desde mi humilde experiencia, no me extraña para nada la actitud de, pongamos por ser generosos, una parte del público francés.
Anduvimos por allí mi mujer y yo hará justo un año, se estaba celebrando la segunda semana de Roland Garros en aquellos momentos. Debo decir que, como ciudad, París es, sin duda, la más hermosa de las capitales que he visitado. Me falta visitar muchas, Londres entre otras, pero dudo que ninguna la supere. Cualquier calle, plaza, parque o avenida tiene algo que las hace inconfundible, algo que hace que dar un simple paseo sea una experiencia única. Todo eso sin contar con que desde casi cualquier punto de la ciudad puedes admirar la grandiosa Torre Eiffel. Si cabe la posibilidad de que una persona se enamore de un objeto, reconozco que a mi me sucedió con ella.
Pero claro, nadie es perfecto. París tiene un único pero gran defecto: los parisinos. Parece mentira que una ciudad que recibe al año a millones de turistas esté tan poco interesada en atenderlos correcta y educadamente.
En nuestro caso particular tuvimos algunos problemillas con el idioma. Uno puede llegar a entender que un camarero de hotel solo hable francés, a pesar de que en el hotel, y a groso modo, podía haber gente de cinco o seis nacionalidades diferentes. Pero bueno si no sabe, no sabe, ¿que se le va a hacer?. También puedes entender que el recepcionista hable solo inglés además del francés. Vale, es el idioma universal y como nos defendemos medianamente bien pues no pasa nada. El problema viene cuando, tras pasarte seis día hablando con el tipo en ingles, afrancesado el suyo y españolizado el nuestro, el tipo se despide de ti el último día en perfecto castellano. Vamos, que te da por pensar que, o bien su padre, o bien alguno de los señores que se tiraban a su madre, provenía de este lado de los Pirineos.
No os contaré nada del transporte aeropuerto-hotel-aeropuerto porque merece una entrada ad hoc.
Dicho todo lo anterior reitero, una vez más, mi admiración por la ciudad de París y me reafirmo en mi idea de volver en cuanto pueda e, incluso, si se diera la ocasión, irme para allá a vivir y convertirme en un parisino más. Chovinista, malcarado y cabrón.